¿Por qué no te callas?

¿Por qué no te callas…? Frase para la historia que me viene siempre a la cabeza cada vez que abre la boca. Y es que estás más guapo callado. En realidad, estarías más guapo sin estar, pero por desgracia estás.

Como a todos los de su calaña, le caracteriza un afán de protagonismo que, en su caso, parece heredado de su primo electo de la acera de enfrente. Recalco lo de electo. Y es que no se ha visto en otra parecida, así que cuando le ponen los micrófonos delante busca ese titular que le facilite a sus encubridores mediáticos llenar unas páginas o unos minutos de desinformación amena, para seguir así chupando del tarro de la bendita afición.

Cuando no hay nada inteligente que decir lo mejor es callar. Pero para asumir esta elocuente evidencia es imprescindible la premisa de la inteligencia. Tras años de fracasos, meteduras de pata y declaraciones bochornosas ha conseguido convencerme de que por ahí no van los tiros. Alguien que se jacta de perder ingentes cantidades de dinero cada año debería plantearse un paseo por Ikea para amueblar su vacua cabeza, a buen precio.

Hablando de precios, que barato se ha puesto ser presidente de un club de fútbol de primera división en España. En nuestro caso, barato se convierte en un falaz eufemismo para recordar el cómo, el cuándo, el por qué… y el para qué… que ampliamente describió una sentencia del Tribunal Supremo.

Al cooperador necesario del delito de apropiación indebida del Atlético de Madrid no le bastó con eso, sino que ahora se empeña, cada vez que le dan la oportunidad, en avergonzar hasta al oso del escudo. Seguro que más de una vez este ha pensado en dejar el madroño para irse a por el cerezo.

Y así sigue, el hombre que cree que los goles se meten con los cuernos –por su cercanía al madridismo, supongo-, el que asegura que ganar títulos deportivos es una lotería, el que afirma estar hasta los huevos –de tenernos hasta los huevos, añado-, el que muestra su cartera al respetable perdiéndole el respeto, como el hortera nuevo rico que pavonea en la barra de un bar. El que adula al madridismo e insulta al rojiblanco, el que bromea con las desgracias del club en el que p-reside, el que tartamudea “sin entrar en debate” cuando le aprietan las clavijas sobre la venta del Calderón, el que presume cuando se gana, el que desaparece cuando se pierde, el que luce orgulloso la camiseta del innombrable, el que miente después de mentir, el bufón del deporte, el que desprecia por no tener argumentos, al que le mueve los hilos el dueño ilegítimo. El segundo que sobra, el primero que caerá.


Alcornoque, ¿por qué no te callas?