lunes, 14 de abril de 2008

Anoche tuve un sueño

Anoche tuve un sueño. Eran las 4:30 de una tarde del mes de Mayo. Un día perfecto para la práctica del fútbol como decían los locutores de antaño. Estaba seguro que no iba a ser un sueño cualquiera así que me dispuse a comprobar la clasificación... 3 puntos más y matemáticamente campeones de liga. En los alrededores del Vicente Calderón se respiraba una primavera rojiblanca, ni el blanco polen se atrevía a rondar por Melancólicos como era de costumbre.

Pasé por la puerta cero, el túnel abarrotado. Entre tanta gente que nunca antes había visto, sentí la necesidad de hacer honor a quien intentó cambiar la historia mientras todos miraban desde la orilla de la indiferencia y la mofa, y lo consiguió. Hoy nadie les daba las gracias aunque todo debió ser gracias a ellos.

Entré al campo, prácticamente lleno media hora antes ¡Qué orgullo ser del Atleti! Unos cuantos chavales se entretenían jugando con un bote de coca cola. Cada uno había elegido su jugador del equipo preferido y ninguno repetía. Somos grandes de nuevo, pensé.

Diez minutos antes de las 5:30, el estadio repleto y de repente un silencio abrumador. Duró tres segundos que parecieron tres décadas. "¡Yo me voy al Manzanares, al estadio Vicente Calderón, donde acuden a millares, los que gustan del fútbol de emoción...!" El himno cantado a coro por los 55.000 que estábamos allí, como desde el primer partido de aquella temporada, me seguía estremeciendo. Justo cuando terminó saltaron al terreno de juego los jugadores con una sincronización perfecta. Quedaban 90 minutos cantando y animando hasta la extenuación.

Dos horas después mi padre, mi hermano, cientos de miles de personas y yo lucíamos orgullosos las rayas rojiblancas de camino a Neptuno. Antes, dentro del estadio, los jugadores habían agradecido a la grada su continuo apoyo y aliento al equipo. Humildes, luchadores, atléticos y campeones eran los que ahora defendían el escudo en el terreno de juego.

...

Volvía en mi coche por la M-40. Después de hora y media de atasco y decepción llegué al desvío de la M-30. Otra vez resignado a ver lo que fue mi casa y la de todos, ahora urbanización de quién quiso y pudo comprar.

Eran las 4:30 de la tarde del mes de Mayo. Un calor sofocante y los niveles de gramíneas por los cielos sacudían mi alergia de cada año. En el descampado de los alrededores del Estadio de Madrid unos cuantos seguían protestando contra lo que ya no tenía remedio, como queriendo recordar que ellos ya nos habían avisado. No les faltaba razón. El ambiente era tenso y escaso, otra derrota y de nuevo a segunda división.

Entré a ese campo a medio terminar que nunca nos llegó a gustar y que no sentíamos como nuestro. A pesar de los 30 grados a la sombra, era frío. Unos chavales jugaban con un bote de coca cola, discutían, todos querían ser el mismo jugador, el único que les gustaba, de los pocos que merecían la pena, el que ya no jugaría en el Atléti la temporada siguiente. Seguramente en su nuevo equipo de la liga inglesa triunfaría como hizo Torres y entonces la prensa lo trataría como lo que ya era, un crack. Ese año el objetivo también era quedar entre los 6 primeros, los títulos eran una quimera que ni se imaginaba.

Diez minutos antes de que comenzara el partido un ligero murmullo de preocupación. Salieron los jugadores al terreno de juego mientras 30.000 voces gritábamos "¡Atléti, Atléti!" mostrando nuestras bufandas. Quedaban 90 minutos cantando y animando hasta la extenuación. Ahora los gritos contra la directiva no se silbaban. Por fín se iban, no dejaban nada, sólo números negativos allá donde miraras.

En la hora y media que duró el viaje ni mi padre ni mi hermano habían hablado mucho. No teníamos ganas. Antes, dentro del estadio cuando terminó el partido, los jugadores habían vuelto a los vestuarios sin inmutarse, como si la tragedia no fuera con ellos. Sólo el ídolo de la afición se despidió con lágrimas en los ojos. Cuando llegué a casa me fui directo a mi habitación. Yo no puedo llorar en público.

...

Alguien había encendido la luz y me había despertado de mi sueño.

¿Tu qué quieres soñar?

1 comentario:

Billie dijo...

Yo sueño con que el fiscal anti-corrupción vuelva a encontrar nuevas anomalías en las cuentas del club y desvios de fondos desde el club hasta las cuentas de Gil Marín y Cerezo. Sueño con un juicio justo y una condena de diez año de prisión. Sueño con que el Atleti vuelva a ser nuestro y vuelva a ser grande. Saludos.